martes, 26 de abril de 2011

EL ORIGEN DE LOS APELLIDOS ESPAÑOLES













La Real Academia Española define la onomástica, en una de sus acepciones, como la "ciencia que trata de la catalogación de los nombres propios".
La RAE define apellido en una primera acepción, como la señal de una familia con la cual se distinguen las personas; como Córdova, Martínez. En una segunda acepción, como sobrenombre, alias o mote.


La función del apellido no es sino la de servir de complemento al nombre para evitar confusiones. En origen, los apodos u otro tipo de denominaciones cumplieron el papel del apellido, con distintivos tales como "Pedro, el hijo de Antonio", "Luis el zapatero", etc. Es evidente que la repetición de los nombres hizo necesario el uso de un segundo nombre para distinguir a individuos con el mismo nombre de bautismo. Al existir varios "Carlos", estos se distinguían por el respectivo apodo: "Carlos el del río", "Carlos el del puente", etc.


La fijación de los apellidos comienza su difusión con el uso de la documentación notarial a partir de la Edad Media. Los escribanos medievales empezaron con la costumbre de hacer constar, junto al nombre de pila de los interesados, el nombre de su apodo o sobrenombre, profesión, procedencia, etc. En un principio sólo eran documentados los casos de cargo eclesiástico o de personajes de la alta sociedad, posteriormente, el uso de documentos se extiende al resto de la población, lo que terminará reforzando al distintivo que, añadido al nombre de pila, acabará por convertirse en lo que hoy es apellido hereditario.


Es probable que el uso del apellido haya empezado a extenderse a partir de los siglos XI o XII, cuando el constante empobrecimiento de la onomástica hizo preciso el uso de un segundo nombre. En la Edad Media, tal como hoy, los nombres de pila respondían a la necesidad de imitar los nombres de las clases dominantes, de personajes famosos o de santos muy venerados.


En los reinos de Navarra, León y Castilla, empezó a ser costumbre añadir al nombre del hijo el del padre más el sufijo "ez", el cual venía a significar "hijo de"; por Pedro Sánchez se quería decir "Pedro hijo de Sancho". Tal costumbre debió ser en principio a familias de la alta sociedad, pero sin duda luego fue extensible, por imitación, a los estratos más populares, como se deduce del hecho que los apellidos terminados en "ez" sean en la actualidad los más abundantes en nuestro idioma castellano o español; otros usaron simplemente el nombre del padre en su forma regular, como se ve en apellidos como Nicolás, Bernabé, etc., a veces anteponiendo la preposición "de" para marcar filiación y también distinguir el nombre de pila del nombre patronímico. Pero hubo otras maneras de formar el segundo nombre o apellido, como la de añadir el lugar de origen o residencia del individuo, su oficio o cargo, un apodo, etc.


En el siglo XV ya se hallan más o menos consolidados los apellidos hereditarios, ello gracias, en parte por la obligatoriedad (por iniciativa del cardenal Cisneros) de hacer constar en los libros parroquiales los matrimonios, nacimientos y defunciones.


Clasificación de los apellidos
1º.- Apellidos patronímicos:
Un procedimiento muy común en todas las comunidades humanas ha sido el de especificar el nombre del padre para establecer distinciones entre personas con el mismo nombre de pila, como por ejemplo, "Antonio el hijo de Pedro". Así pues, en el nombre Antonio, el hijo de Pedro se llegó por economía de palabras al resultado Antonio el de Pedro o Antonio de Pedro, y llegó un momento en que, al adherirse naturalmente al nombre del hijo el del padre (en algunos casos de la madre), éste estaría convirtiéndose en apellido hereditario.

Así se explican los numerosos y actuales procedentes de nombres de bautismo como Juan, Nicolás, Marcos, etc.

No faltan casos en los cuales la preposición "de" se conservó para evitar que se confundiera el apellido con el nombre del bautismo, de manera que son frecuentes ejemplos como De Miguel, De Martín o De Tobías, en los que la presencia de la preposición no indica origen nobiliario como algunos creen erróneamente.
El apellido procedente del nombre del padre es, con diferencia, el más habitual ; de hecho, los abundantes y muy españoles apellidos terminados en "ez", como Sánchez, Gutiérrez, López, Márquez, etc., no son sino apellidos procedentes del nombre del padre (respectivamente, de Sancho, Gutier o Gutierre, Lope, y Marco o Marcos).


2º.- Apellidos toponímicos :
La costumbre de tomar un apellido con nombres de los lugares viene desde antiguo y podemos citar, a manera de ejemplo, a Thales de Mileto y a Pitágoras de Samos. Los lugares desde donde procedían los individuos, en donde vivían o de los cuales eran propietarios, han sido siempre muy importantes para la conformación de apellidos.

Aquí también se produjo el mismo proceso ya mencionado en el cual Luis el Soriano, o Ramón de Trujillo, terminaron siendo Luis Soriano o Ramón Trujillo, aun cuando en casos como ésto es frecuente que se conserve la preposición "de".
Los nombres que designan lugar de origen o de residencia son muy variados y van desde el nombre de un país o región hasta el de un río o arroyo, una pequeña propiedad o una construcción.
Cuando hablamos de "topónimos menores", lo estamos haciendo de espacios rurales, aldeas o pueblos, etc., y de apellidos surgidos de "topónimos mayores" establecen nombres de núcleos de población, comarcas, regiones, países, grandes ríos, etc. No hay duda que los apellidos formados desde topónimos menores son nombres como De la Fuente, Del Río, De la Vega, De la Cruz, etc., fueron usados, en un principio, por los habitantes de una misma localidad o municipio donde sólo existía una fuente, un río, una vega o una cruz.

También los nombres de las partidas rurales dependientes de un mismo pueblo o aldea servían para dar apellidos; de ahí vienen muchos apellidos alusivos a vegetales, como Del Pino, Castaño, etc., porque el individuo en cuestión residía en el poblado o zona con el nombre El Pino, El Castaño, etc.
También de los nombres de los lugares, y no necesariamente de apodos, proceden los zoónimos, como Buey o Caballo, porque los individuos en cuestión residían en espacios que tenían el nombre El Buey, El Caballo, etc.

Asimismo de esos lugares proceden los apellidos alusivos a edificios o construcciones (Corral, Cabaña, etc.).

En un mismo pueblo, el lugar donde estaba localizado la casa de un individuo servía para dar apellido, como se desprende de documentos medievales en los que aparecen "apellidos" como Antonio del Callizo (calleja o callejón ), Juan de la Plaza, etc. También servía para formar apellidos el lugar de residencia aludido en función de su situación relativa, como de allende, de arriba, de abajo, etc.; y así, un Pedro de allende terminaba siendo Pedro Allende, o Juan de arriba del puente se quedaba como Juan Arriba.


En lo que concierne a los apellidos formados desde topónimos mayores, a partir de nombres de ciudades o pueblos, ya implicaban un hecho migratorio. Es significativo descubrir la presencia de quienes repoblaron las tierras reconquistadas a los árabes a partir de la antroponimia.

Por ejemplo, son frecuentes en la zona de Castilla La Mancha y Andalucía los apellidos propios de poblaciones castellano-leonesa, así como en el País Valenciano, lo son los apellidos que proceden de poblaciones catalanas y aragonesas, pues sabemos que, tras la conquista de Valencia por Jaime I de Aragón, fueron gentes originarias de Cataluña y Aragón quienes repoblaron la mayor parte de la actual Comunidad Valenciana.

El ejemplo mayor ocurre cuando los conquistadores españoles, de todas las regiones, implantaron sus apellidos en América.


Establecer una clasificación más o menos de topónimos formantes de apellidos sería muy complejo, no obstante, podemos hacer la siguiente clasificación:
I. Apellidos procedentes de gentilicios, nombres de países, regiones, ciudades o pueblos: España, Francés, Catalán, Aragonés, Almagro, etc.
II. Apellidos procedentes de nombres comunes de núcleos de población: Barrios, Villa, Plaza, Calles, etc.
III. Apellidos procedentes de nombres comunes de edificios y construcciones: Torres, Castillo (o del Castillo), Corral, Puente, Fuente, Iglesia, Cabaña, etc.
IV. Apellidos procedentes de accidentes geográficos: Ebro, Segura, Torrente, Ribera, Fuentes, etc.
V. Apellidos procedentes de nombres referentes al relieve y composición del terreno: Sierra, Serrano, Monte, Valle, Cueva, Peña, Roca, Vega, etc.
VI. Apellidos procedentes de nombres referentes a la vegetación:
Encina, Pino, Manzano, etc.


3º.- Apellidos procedentes de nombres de oficios, cargos o títulos.
Esta categoría es muy importante y son muchos los apellidos relacionados con la Iglesia, la nobleza, el ejército, la artesanía, el comercio, la agricultura, la ganadería, etc. Podemos, entonces, igual que el aparte anterior, distinguir seis categorías procedentes de profesiones o cargos :
I. Cargos eclesiásticos : Abad, Cardenal, Monje, Sacristán, etc.
II. Títulos nobiliarios : Rey, Conde, Duque, Hidalgo, etc.
III. Cargos u ocupaciones relacionados con el ejército o el funcionariado: Alférez, Alcalde, Alguacil, Escribano, Coronel, Jurado, Guerrero, Guerra, etc.
IV. Oficios diversos relacionados con la artesanía y el comercio:
Herrero(a), Molinero, Zapatero, Sastre, etc.
V. Oficios derivados de la agricultura, la ganadería, la pesca, etc.: Labrador, Vaquero, Pescador, Pastor, etc.
VI. Oficios y ocupaciones diversas : Criado, Caminero, Corredor, etc.


4º.- Apellidos procedentes de apodos
Este es el procedimiento más antiguo que existe para distinguir a las personas, y todavía hoy está muy extendido el uso de los apodos, con mayor intensidad en las zonas rurales que en las urbanas.

Con los apodos ocurre lo mismo que con las demás categorías, y se hacen hereditarios aun cuando el portador original lleve ya mucho tiempo muerto. Los apellidos procedentes de apodos presentan a veces serias dificultades de interpretación, en muchos casos se trata de voces conocidas, y cuyo sentido es fácil de entender, como Feo, Gordo, etc.


Los apodos se pueden clasificar de la siguiente manera :
a) Apodos referentes a características físicas : Bajo, Gordo, Rubio, Calvo, Cano, etc.
b) Apodos referentes a características morales: Alegre, Bueno, Salado, Moral, Cándido, etc.
c) Apodos referentes a animales: Borrego, Buey, Conejo, Vaca, Tigre, Tigrera, etc. Estos apodos pueden tener muy variadas causas, como que el individuo criara, cazara o vendiera tal animal, o por la semejanza física del individuo con éste, por comparación de sus aptitudes, defectos u otras características, por alguna anécdota relacionada con el animal, etc.
d) Apodos referentes a plantas : Cebolla, Oliva (o), Trigo, Maíz, etc.
e) Apellidos referentes a lazos de parentescos, edad, estado civil, etc.: Casado, Mayor, Nieto, Sobrino, Viejo, etc.
f) En una última categoría entran todos los demás apodos que se puedan imaginar vinculados a anécdotas o circunstancias relacionadas con la vida del individuo : Botella, Capote, Tocino, Porras, etc. En muchos casos ocurrió que el nombre del objeto se aplicó por elipsis a quien lo fabricaba; de ahí proceden apellidos como Cuerda, Cadenas, etc.
5º.- Apellidos procedentes de aplicaciones onomásticas varias, consagraciones, bendiciones, augurios para con el recién nacido o hechos relativos al nacimiento.
Estos apellidos proceden de nombres de nacimientos que los padres u otras personas la aplicaban al niño además del nombre cristiano de pila o como nombre del bautismo.


Existen varios tipos que se pueden clasificar de la misma manera:
A) Apellidos procedentes de nombres de bautismo de carácter afectivo o elogioso, relativos a las consagraciones a Dios, bendiciones, etc. Hasta cuando el Concilio de Trento, siglo XVI, determinó como obligatorio bautizar a los niños con nombres del santoral católico, las gentes del medioevo utilizaban aplicaciones onomásticas diversas de carácter elogioso, como Lozano, Valiente, o de carácter afectivo como Tierno, Bello, Bueno, etc.; también era muy
frecuente aplicar como nombres de nacimiento fórmulas natalicias de buen augurio, como Buendía, Alegre, y alusivos a consagraciones a Dios o a hechos y fiestas de la liturgia católica, como Diosdado, De Jesús, De Dios, etc.
B) Apellidos referentes a circunstancias del nacimiento, a la ilegitimidad del nacimiento o a la paternidad desconocida, etc.:
Bastardo, Expósito, Tirado, etc. Carece de fundamento la afirmación de algunos acerca de que eran nombres impuestos a los expósitos en función del mes del año en el cual se les encontraba, y también se ha dicho, sin mayor fundamento, que eran de expósitos los apellidos hagionímicos como San Juan o Santamaría, o los apellidos-nombres de bautismo como Pedro o Nicolás.
6º) Apellidos de origen incierto o desconocido
Abundan los apellidos a los cuales resulta difícil o imposible asegurarles una etimología. Algunas veces esta
imposibilidad se debe a que estamos en presencia de apellidos muy antiguos, en algunos casos prerromanos, como García o Muñoz, que la ciencia etimológica no ha conseguido explicar satisfactoriamente debido al desconocimiento de las lenguas prerromanas. Otras veces, aunque pueda tratarse de un nombre perteneciente a una lengua conocida, como el latín, el árabe o el germánico, la evolución y transformación del nombre a lo largo de los siglos lo ha tornado irreconocible. (Rafael José Vargas).


Marian

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